top of page
Nota de prensa N° 191.jpg

Doctorados Honoris Causa: una estrategia de validación académico-política no tan reciente (I)

Fecha de lanzamiento: 13 de junio de 2024

El pasado 23 de mayo, la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas otorgó el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Filológicas a Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de las Américas.

"Mediante Resolución Rectoral No. 333/2024 que confiere este importante galardón, el ahora Dr. Prieto Jiménez se incorpora al selecto conjunto de grandes de la intelectualidad cubana que han sido laureados con esta condición: Josefina (Fina) García-Marruz Badía, Cintio Vitier y Miguel Ángel Barnet Lanza", describe un artículo en la página web de la casa de altos estudios.

La ceremonia estuvo presidida por el Dr. C. Luis Antonio Barranco Olivera, rector de la UCLV y Luis Morlote Rivas, funcionario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). En ella, además, se le confirió a Prieto Jiménez el Reconocimiento Especial Sello 70 Aniversario de la UCLV.

De esta manera, Abel Prieto engrosa una lista de figuras ligadas al castrismo que han obtenido altas distinciones académicas recientemente. Recordemos que, hace apenas unas semanas, Esteban Lazo Hernández recibió la misma categoría especial, emitida por la Universidad de Matanzas.

Sin embargo, la concesión de méritos académicos a líderes de la Revolución ha sido un patrón de comportamiento desde 1959. En diciembre de ese mismo año, le fue conferido a Ernesto Guevara de la Serna el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias pedagógicas, aun cuando este cursó estudios de ciencias médicas a inicios de la década de 1950.

Casi inmediatamente después, se vinculó al grupo guerrillero de Fidel Castro, con el cual viajó a Cuba para permanecer en las montañas hasta enero de 1959. Un simple seguimiento de la cronología hace imposibles grandes hitos en el área pedagógica, por lo que su Honoris Causa resulta, simplemente, absurdo.

Así, y con el respaldo incondicional de la academia, el Estado cubano continuó otorgando Doctorados Honoris Causa a importantes personalidades nacionales e internacionales, siempre con un trasfondo político.

Si revisamos minuciosamente el libro Doctores Honoris Causa de la Universidad de La Habana, en sus tomos I y II, llamará nuestra atención -en primera instancia- el acápite "Honoris Causa: en el noventa aniversario".

Esta "presentación" del primer volumen, hace un recorrido por la historia cubana respecto al conferimiento de este grado honorífico, con una fuerte crítica al período de la República y a cómo la distinción Honoris Causa se convirtió en premio de carácter académico político, contra el cual los movimientos estudiantiles de la época debieron pronunciarse.

Según el libro, Gerardo Machado "tuvo demasiadas causas para los honores", y enuncia controvertidos casos en los que los estudiantes de la Universidad de La Habana debieron impedir mediante protestas el reconocimiento de una personalidad no apta para acceder al grado distintivo. Aquí podemos contar los casos de Enoch H. Crowder y Alfredo Zayas.

Si bien los periódicos de la época reseñan el hecho como un acontecimiento importante, la recopilación de la UH insiste en mostrar la investidura de Gerardo Machado Morales como una de las tantas "botellas" concedidas durante la República, resaltando el trasfondo político de este y criticando la falta de rigor en la academia al momento de conferir tan importante reconocimiento.

Sin embargo, y a medida que avanza la lectura, podemos notar el sinsentido. Pese a que Arnaldo Rivero Verdecia quiso con esta cronología enaltecer la transparencia de la academia en el período post revolucionario, arrojando barro sobre los otorgamientos anteriores, no pocos de los galardonados con el título de Doctor Honoris Causa luego de 1959 son figuras meramente políticas, cuyo único mérito subyace en la necesidad gubernamental de establecer lazos o de enviar un mensaje diplomático, que tributa a otras necesidades del poder.

Así, el dictador norcoreano Kim Il Sung fue reconocido con esta distinción en el ramo de las Ciencias Sociales, mediante la resolución rectoral No. 121/1992. De acuerdo con el entonces rector de la UH, Armando Pérez Perdono, "Es obligado destacar en su brillante trayectoria política que desde muy joven comprendió que el camino del desarrollo y la justicia social para su pueblo colonizado solo se alcanzaba a través de la lucha armada de liberación nacional antijaponesa, la cual se convirtió, hasta su logro, en el objetivo principal de su vida revolucionaria".

Si bien estos no son precisamente logros intelectuales, la intervención de la Universidad de La Habana contribuyó al lavado de imagen internacional de Kim Il Sung en uno de los períodos más controvertidos de la historia de Corea del Norte: cuando el país se adentraba en una de las peores hambrunas de su historia, la que el Estado norcoreano se empeñaba en ocultar, mientras los ojos del mundo y las organizaciones de derechos humanos condenaban el secretismo con que el presidente manejaba la crisis.

En su libro The Great North Korean Famine (La Gran hambruna de Corea del Norte), Andrew S. Natsios describe su viaje al país asiático en 1997, y cómo, aunque los efectos de la escasez se ocultaban al visitante, pudo constatarlos al entrevistar a refugiados norcoreanos que cruzaban la frontera china para conseguir comida. Esto, junto a entrevistas realizadas por ONGs que contribuían en la ayuda del pueblo refugiado, evidenciaron mentiras del Gobierno coreano a la comunidad internacional, frente a la cual sostenía que la hambruna era una consecuencia de las inundaciones en el país.

Asimismo, el relator internacional sostiene que, basado en los datos anteriores de la FAO, la hambruna podía preverse, pues fue el resultado de la política estalinista de la agricultura. "Corea del Norte y Cuba son los únicos sistemas agrícolas estalinistas del mundo, donde no hay incentivos para producir alimentos", afirmó Natsios.

Mientras cientos de miles de personas morían de hambre, la Universidad de La Habana reconocía sus "méritos revolucionarios", supliendo la necesidad del gobierno de apoyar a uno de sus mayores aliados históricos.

Siguiendo esta línea de actuación, y mediante la resolución rectoral No. 971/2011, el Dr Gustavo Cobreiro Súarez confirió un doctorado Honoris Causa a Juan Evo Morales Ayma, presidente de Bolivia por sus "aportes a una ciencia política nueva (...) al propio tiempo que identifica gnoseológicamente al capitalismo como una cultura de la muerte".

De este hecho destaca el año del conferimiento, especialmente controvertido para el gobierno de Morales. De acuerdo al Observatorio del Conflicto de ese país, fue en 2011 cuando empezaron las pugnas que terminaron con la salida de Evo Morales del poder, registrándose un total de 884 conflictos sociales.

Según el artículo BOLIVIA 2011: GOBERNANDO CON EL CONFLICTO, "El primer gran conflicto se registró los últimos días de diciembre del 2010 hasta los primeros días de enero del 2011, cuando el presidente Morales tuvo que enfrentar la fuerte oposición al Decreto Supremo 748 emitido el 26 de diciembre de 2010.6 La medida, más conocida como "gasolinazo", incrementaba los precios de los combustibles; el gobierno pretendía nivelar los precios nacionales de los hidrocarburos a los precios de los países vecinos para evitar el incremento del gasto público en la subvención y para que no se fuera del país a través del contrabando. El precio de la gasolina por litro subía en 73% y de la misma forma el diesel subía en 82%; el precio de gas licuado para consumo en hogares y para transporte no sufría variación".

Esta decisión conllevó un aumento desmedido de la inflación, con el consabido encarecimiento del nivel de vida y la fuerte oposición de varios gremios sociales, entre los que destacaron el paro indefinido de la Confederación de Choferes. Para sopesar los efectos del descontento social, el presidente decidió aumentar en un 20% los salarios a trabajadores de la salud, educación, fuerzas armadas y policías. Pese a esto, no pocos sectores sociales pidieron la dimisión de los ministros Sacha Llorenti, Luis Arce y Nemesia Achacollo por haber asesorado mal al presidente, quien no tuvo más remedio que renunciar al "gasolinazo" para mantenerse en el poder.

El segundo gran conflicto estuvo dado por su decisión de construir la carretera tramo II, de Villa Tunari (Cochabamba) a San Ignacio de Moxos (Beni). Esta cruzaría por el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), zona protegida y reconocida como parque nacional desde 1990.  Evo Morales no solo desoyó los argumentos de la comunidad indígena (en la cual se apoyó para alcanzar el poder), sino que acusó a sus líderes de "instrumentos de la oposición", llegando a reprimir fuertemente las manifestaciones pacíficas de estos.

La represión alcanzó su punto crítico cuando unos 500 policías gasearon a una comunidad indígena en Yucumo, contándose entre los agredidos mujeres y niños. Las imágenes se viralizaron casi inmediatamente y esto, junto al saldo de heridos y detenidos, movilizó la solidaridad del resto del país.

El gobierno de Morales se desmarcó al instante. En un comunicado de prensa entregado a los medios de comunicación, el exmandatario declaró que "Nunca podría ordenar tal violencia como la que ha visto el pueblo boliviano", sin embargo, estas palabras no fueron suficientes para calmar la furia de la comunidad indígena.

"Este gobierno es el peor y debe irse porque atacó al ser humano, a los compatriotas indígenas que le habían dado su apoyo y ahora les ha dado la espalda", declaró la maestra Juana Pinto a The Guardian.

En momentos en que la popularidad de Evo Morales caía frente al pueblo boliviano, se alzó una vez más la Universidad de La Habana para salvar a uno de los principales aliados políticos en ese momento, dejando constancia de la supeditación de la academia cubana a las necesidades del juego diplomático gubernamental.

bottom of page