Más allá del químico: el consumo de drogas en adolescentes
Fecha de lanzamiento: 27 de enero de 2024
“Mi hermano fue quien me chivó en esto” -me dice con un hablar pausado. Toda su actitud cuando consume es igual: se mueve como si le pesara el cuerpo, como quien duerme mientras camina; “pero el cerebro me va a mil”. A veces se pone paranoico: mira a todas partes y no confía mucho.
Cuando le pregunto que consume, espera un poco y contesta “Xanax” con unas x en extremo exageradas. Lo miro con desconfianza porque sé que ese medicamento no se comercializa en Cuba. “Alprazolam, pa que me entiendas”.
De acuerdo con el sitio de información médica MedlinePlus, perteneciente a la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, el Alprazolam es una benzodiazepina diseñada para reducir los niveles de exitación en el cerebro. Su indicación se prevee “para tratar los trastornos de ansiedad y el trastorno de pánico (ataques repentinos e inesperados de miedo extremo y preocupación por estos ataques).”
La prescripción de esta medicina es bastante estricta dado su fuerte carácter adictivo. Esta, no debe superar los 4mg diarios. Sin embargo, en las calles cubanas se consigue un blíster de 10 píldoras por solo 250 pesos cubanos y, para fines lúdicos, los jóvenes se administran unas siete u ocho tabletas, completando lo establecido para una dosis diaria en una sola ingesta.
Para Andrés el consumo de drogas inició en una etapa temprana. A los 13 conoció el Alprazolam que le recetaban a un familiar para controlar los nervios. Casi al mismo tiempo supo que podía usar metilfenidato, psicoestimulante indicado para tratar el déficit de atención y la depresión resistente a medicamentos; y el tramadol, analgésico opioide indicado para tratar el dolor en adultos y niños mayores de doce años.
La fuerte dependencia que crean estos psicofármacos han alejado al joven de drogas duras como la cocaína y sus derivados. De igual manera, sigue siendo alarmante el hecho de que, en los últimos tres años, ha consumido de manera ininterrumpida.
Un estudio publicado por la Revista Cubana de Pediatría reconoce el aumento del consumo de drogas en adolescentes, con una media de iniciación de 14 años de edad. Para este, se analizó el comportamiento de 61 adolescentes atendidos en el Hospital Pediátrico “Juan Manuel Márquez”, en La Habana.
Del total analizado, “41 fueron, específicamente, por consumo de fármacos (psicofármacos o no psicofármacos) que representaron 67,2 % de todos los consumidores asistidos en ese año (...) De los adolescentes entre 15 y 18 años, 80,5 % consumía fármacos, aunque en el grupo de 12 a 14 años la cifra alcanzó 19,5 %. El 87,8 % pertenecía al sexo masculino”, asegura la investigación. Más del 53 por ciento de los adolescentes ingresados eran estudiantes, en su mayoría de secundaria básica.
Los datos arrojados exponen mucha luz sobre el tema: “Los psicofármacos consumidos fueron: carbamazepina (58,5 %), benzodiacepinas (43,9 %), tramadol (29,3 %) y otros en menos de 18 % (difenhidramina, parkinsonil, metilfenidato o anfetaminas, dimenhidrinato, amitriptilina y clorpromacina)”.
Esto permite conocer que, en su mayoría, los adolescentes comienzan consumiendo psicofármacos presentes en sus casas, recetados para ellos u otros familiares. A la par, se extiende cada vez más el uso de cannabinoides sintéticos, con un costo muchísimo menor en el mercado informal.
En junio pasado, el coronel Juan Carlos Poy Guerra, jefe del Órgano Especializado Antidroga del MININT, reconoció en el espacio oficialista Mesa Redonda que es cada vez más frecuente la entrada de drogas sintéticas al país, “perfeccionando los modos de operar y enmascarar las drogas combinando métodos novedosos y tradicionales que, en ocasiones, dificultan el descubrimiento. Estas operaciones se materializaron desde 9 países, afectándose 4 instalaciones aeroportuarias, las cargas y el canal postal”.
Asimismo, reconoció la presencia en las calles del “químico”, cuyo uso se ha popularizado en medio de la crisis dado su bajísimo precio y su presencia a lo largo y ancho del país.
“En Cuba esta sustancia es denominada “Químico” es introducida al territorio nacional a través de pasajeros y agencias de paqueterías, de fácil enmascaramiento en los alimentos, condimentos, efectos electrodomésticos, en estado líquido, picadura, hojas de papel y en polvo. Se significa que pequeñas cantidades de esta droga, genera alto nivel de adicción y percepción de consumo, fundamentalmente en jóvenes”, explicó Poy Guerra.
Si bien el experto aseguró que Cuba no es un país productor de drogas, buena parte del químico que consumen nuestros adolescentes es de fabricación criolla y, en muchas ocasiones, no contiene cannabis.
De acuerdo con el reportaje “El químico”, la droga del momento en Cuba, vale menos que el azúcar, publicado por el medio independiente Cubanet, “Para su producción, que se realiza en casas comunes de los barrios, se necesita cannabis u otras plantas y precursores químicos de bajo costo. Sin embargo, lo que produce el efecto no es propiamente la marihuana sino con lo que la preparan y luego el líquido con el que atomizan. De hecho, algunos vendedores en lugar de cannabis, usan orégano o laurel”.
Un coste de producción muy bajo y la necesidad de pequeñas dosis para conseguir el efecto deseado, propician que una “bomba” -nombre por el que también se conoce en las calles- se pueda adquirir por 200 y hasta 150 MN. Esto, unido a lo efímero del efecto, hacen que los consumidores se administren varias dosis diariamente.
Los adolescentes son las grandes víctimas del flagelo de la droga. Si bien Cuba no cuenta con plazas de consumo como buena parte de Latinoamérica, ya no es difícil encontrar a las personas drogándose en plena calle.
Hace apenas unas semanas, un preocupante video se dio a conocer en redes sociales. En él, podía verse a un joven cubano inyectando su vena sentado en la entrada de un edificio a plena luz del día con una sustancia que, evidentemente, era droga. Ni los llamados de atención de quienes grababan, ni mucho menos la entrada de una tercera persona, lo hicieron interrumpir su empresa.
De acuerdo con Medline Plus, el cerebro sigue desarrollándose hasta los 25 años, “incluyendo la corteza prefrontal, que cumple un rol importante para tomar decisiones. Consumir drogas durante la juventud puede interferir con los procesos de desarrollo del cerebro. También puede afectar la toma de decisiones”.
Al no estar plenamente desarrollados, el consumo en adolescentes complejiza la rehabilitación, garantizando consumidores habituales durante muchos años. Esto los hace propensos a enfermedades cardíacas y trastornos como depresión, ansiedad y esquizofrenia.
Emilio Arteaga Pérez, Doctor en Medicina y Especialista de Primer Grado en Psiquiatría, sostiene que “incorporar sustancias que alteran el comportamiento, el estado de conciencia, las emociones, hacen el daño más intenso -en la adolescencia- que en otras etapas de la vida”.
Según su testimonio, va a ser relativamente fácil identificar a un adolescente que se inicia en el consumo: “Las personas cercanas notarán modificaciones de conducta: fugas, no llegar a la hora, unirse a otros que consumen droga, se unen a grupos con comportamientos antisociales y pseudodelictivos (...) abandono de hábitos, se descuidan del tema docente, (...) ausentismo, porque la sustancia que consumen se convierten en el centro de su vida (...) se empiezan a manifestar conductas que indican abandono de las actividades precedentes, que eran comportamientos habituales, porque hay una ruptura de la línea vital”.
Asimismo, especifica que tanto benzodiazepinas como cannabinoides sintéticos tienen un efecto relajante y euforizante, los últimos tienen acciones mayores sobre los receptores cerebrales y, por tanto, los daños que ocasionan tienen dimensiones críticas.
“Provoca alteraciones en el sistema nervioso central, activando posibles focos epilépticos y enfermedades subyacentes, (...) además de trastornos mentales de tipo afectivo ansiedad, confusión, trastorno del ánimo, depresiones en diversos grados incluyendo ideas suicidas, estados paranoicos, delirantes (...) y, lo más grave, activación de enfermedades mentales de tipo psicóticos, como pueden ser la bipolaridad o esquizofrenia en cualquiera de sus formas clínicas, incluyendo la paranoide, que es la más asociada al consumo de este tipo de sustancias Estas se empiezan a activar por brotes y muchas veces se activa un brote psicótico inducido que pudo haber sido transitorio con una resolutividad, sin embargo se queda evolucionando de manera crónica hasta una esquizofrenia que de otra manera no se hubiera activado”.
En medio de la ola de uso de drogas, las escuelas se esgrimen como principales centros de información y detección de consumidores. En 2019, en Ministerio de Educación cubano retomó, mediante la Resolución 15/2019, el Programa Educativo dirigido a la prevención del consumo de drogas en el Sistema Nacional de Educación. Este, se comenzó a implementar en 2016 y, dadas las cifras de aumento del consumo, se añadió a la agenda educacional de 2020-2025.
De acuerdo con el MINED, el objetivo del programa es “fortalecer la cultura de rechazo a las drogas, como parte de la formación integral de la personalidad de niños, adolescentes y jóvenes, a partir de la educación en valores, la formación de actitudes críticas, reflexivas y creativas, en correspondencia con la política de “tolerancia cero” a las drogas asumida por nuestro país
De esta manera, los alumnos desde los primeros años de vida deben ser familiarizados con los daños que provocan las drogas a la salud. Así, se crearon comisiones en cada centro, que apoyaron su trabajo en materiales audiovisuales y la creación de una red integrada por estudiantes y personal docente, que promueva la necesidad de una vida sana y los riesgos del consumo de drogas a estudiantes, familiares y miembros de la comunidad.
El tema debió incorporarse como parte de los contenidos de clases, atendiendo a las posibilidades de cada asignatura. Sin embargo, la mayor parte está pensada para desarrollarse “en espacios del horario docente (actividades complementarias, turnos de Reflexión y debate, entre otros) de conjunto con los docentes y especialistas.”
Además, se puso en práctica el “sistema de atención y aviso ante indicios, hechos de consumo o tenencia de drogas, dentro o fuera de las instituciones educativas, en la que participen estudiantes.”
Andrés no sabía de la existencia de este programa. Que recuerde, nunca ha asistido a un turno docente semejante aun cuando, en algunas ocasiones, acude evidentemente drogado a clases.
“Los profesores no se dan cuenta. Les digo que no dormí bien, o que me duele la cabeza, y me dejan agacharla y dormir el resto del turno”, asegura.
Jairo recuerda sus tiempos de consumo en un centro docente del municipio Cerro, a donde acudía drogado “como hobby”. “A mí me gustan todas las drogas: pastillas, marihuana, me chuteo, esnifo”, comienza diciendo. Aunque reconoce que existían las charlas de manera esporádica, nunca les hizo mucho caso.
Andrea, quien estudia en un preuniversitario cienfueguero, afirma que “los turnos de debate nunca se dan, se utilizan para adelantar otras clases y poder irse más temprano. Cuando se da un caso excepcional, como visita en la escuela, se imparten en algún grupo, por cumplir y salir bien, pero el resto del tiempo no se habla de eso. Si he acudido a dos turnos sobre drogas en toda mi vida es mucho”.
Su testimonio casa muy bien con el de Mario, estudiante universitario y profesor de Educación Cívica a tiempo parcial en una secundaria básica del Vedado. “Hace poco nos hicieron hincapié en el tema por un hecho puntual: habían encontrado a un adolescente con drogas en la mochila en una escuela de la zona. El protocolo duró unas semanas en que se revisaban las mochilas de los estudiantes, y se hablaba del tema en los matutinos, o se coordinaban turnos de Reflexión y debate conjuntos. Cuando el tema se enfrió todo quedó igual: quizás en un mural y para quien le interese”, finalizó.
Por su parte, la profesora guía Rosaura, quien ejerce en un centro politécnico cienfueguero, asegura que existen turnos docentes destinados a concientizar a los estudiantes al respecto.
“Se hacen análisis de las consecuencias catastróficas que trae este flagelo a través de una dinámica de preguntas y respuestas, y después ellos -los alumnos- plasman un resumen en sus libretas. También a través de los paquetes de Eduque, se exponen videos y películas sobre el tema. Hace poco se realizó en el centro un evento llamado Tiza sobre el Asfalto, donde el estudiante y el profesor plasmaron con tizas las consecuencias que trae las drogas para el organismo, principalmente para los estudiantes. En repudio a las drogas, portamos en nuestra ropa un lazo de color verde”.
Dayana, una alumna de dicha escuela, sostiene que ese tipo de eventos no son tan frecuentes como deberían, y el resto del tiempo el tema de las drogas es “letra muerta en un mural”. Ella no consume.
“Han recibido preparación en el horario de actividades complementarias por parte de la promotora de salud del centro y de la dirección municipal de educación y salud , en las asambleas de grupo así como la salida a través de los programas”, asegura un profesor de preuniversitario de Pinar del Río.
De acuerdo a su testimonio, el asesoramiento se lleva a cabo por parte de “la que atiende salud en Educación municipal, así como directamente de la Dirección Municipal de Salud del municipio, la casa de orientación a la familia, y el resto de la bibliografía que se solicite en la escuela”.
Si bien ambos docentes refieren una labor profiláctica sostenida, esta no está teniendo los efectos deseados. La profunda crisis económica en que está sumido el país hace a los adolescentes buscar alternativas a su realidad y, desdichadamente, cada vez son más lo que están transitando el camino equivocado.
La página web del centro Elphis, especializado en el tratamiento a consumidores habituales, sostiene que es necesario un equipo multidisciplinar para lograr un trabajo preventivo eficiente. “Aspectos como el fracaso académico, los conflictos familiares, las compañías inadecuadas o la ya mencionada baja autoestima indican un riesgo superior de consumo de drogas. Los familiares, los educadores y los profesionales debemos permanecer muy atentos a estos factores, para identificarlos y tratar de desactivarlos, o afrontarlos, cuanto antes”.
En Cuba, la poca disponibilidad de personal docente, la sobrecarga a los pocos profesionales que permanecen en el sector, así como la ausencia de consejeros y psicólogos escolares, familiarizados con el tema y capaces de identificarlos a tiempo, hacen que la droga se adueñe, como un secreto a voces, de las nuevas generaciones.
Por tal motivo, el Observatorio de Libertad Académica alerta acerca de la poca efectividad de los programas de prevención sobre el uso de drogas, los cuales son estériles al quedarse en la fase de conceptualización y no ir acompañados de mecanismos de seguimiento y perfeccionamiento con base en la realidad, lo que se evidencia en el índice de consumo actual. Asimismo, hacemos hincapié en la necesidad de modernizar los materiales de apoyo que dan soporte al trabajo profiláctico en las escuelas y en la urgente profesionalización del personal docente implicado en estas actividades.