Dagoberto Valdés Hernández
Dagoberto Valdés Hernández egresó en 1980 de la carrera de Ingeniería Agrónoma, cursada en la Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca” (UPR). Esa especialidad había sido su opción de estudios universitarios, después de saberse inhabilitado para solicitar perfiles del ámbito de las ciencias humanísticas según era su vocación, ya que lo afectaba el veto tácito que impedía a los religiosos desarrollarse profesionalmente fuera del área tecnológica. La censura por sus creencias religiosas lo ha mantenido marginado de los espacios académicos reconocidos por el Estado.
Durante la etapa previa a ingresar en la universidad, Dagoberto fue monitoreado en su instituto preuniversitario por un agente del Departamento de Seguridad del Estado (DSE), que indagaba por él con miembros del claustro y luego lo entrevistaba, bajo el alias de Juanito. Este sujeto le recomendaba insistentemente que se distanciara de las instituciones eclesiásticas, así como que abandonara o dejara de manifestar abiertamente su filiación católica si quería progresar intelectualmente, una vez concluyera el bachillerato.
Al convocarse a los estudiantes a matricular en el nivel superior en correspondencia con las posiciones que ocupaban en el escalafón del plantel, según sus calificaciones, el joven bachiller se inclinaba por la sociología y así lo manifestó. Sin embargo, no pudo materializar su interés ya que se le acercó otra estudiante que militaba en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y le comunicó que los religiosos no podían acceder a carreras de humanidades, que no le sería otorgada y perdería su posición, quedando al margen del sistema de enseñanza superior. Esa compañera de año argumentó que los católicos “tenían una visión fantástica de la realidad” y existía el peligro de que la trasmitieran a los demás. La disposición que segregaba a los religiosos del acceso a los estudios humanísticos en Cuba era una medida sobrentendida que no figuró en las reglamentaciones oficiales de la educación superior.
Se trataba de un requerimiento que hacía valer el Consejo Superior de Universidades, y más tarde su sucesor, el Ministerio de Educación Superior (MES), a través de las organizaciones políticas encargadas de escudriñar la vida personal de los candidatos a universitarios. También existía un acápite en los formularios de acceso a la universidad destinado a informar acerca de la práctica religiosa de los estudiantes y sus familiares. Ese particular era sopesado con suma gravedad y determinaba, al margen del escalafón académico, el tipo de carrera disponible.
Dagoberto Valdés ingresó a la Licenciatura en Bioquímica en la Universidad de La Habana, pero luego se cambió a Ingeniería Agrónoma en la universidad de su provincia, Pinar del Río. Su desempeño lo hizo figurar entre los mejores graduados de su año y, por consiguiente, la boleta de ubicación lo destinó al Ministerio de Educación Superior. Este documento indicaba que el joven ingeniero haría parte del claustro, junto a otros cuatro estudiantes con similar destino profesional. La UPR era de reciente conformación y con cada egreso iba completando la plantilla profesoral.
El resto del pequeño grupo de adiestrados fue llamado a la Facultad de Ingeniería Agrónoma para iniciar el servicio social en el curso que se inauguraba, mientras a Dagoberto le indicaban en la Universidad que él no estaba asignado al centro docente, que debía dirigirse a una filial ocupada en las investigaciones y que, seguramente, podría comenzar a trabajar. En esa institución no tenían conocimiento de su existencia y le manifestaron que se trataba de un error, por lo que regresó nuevamente a la universidad. De vuelta a la Secretaría Docente se le indicó al joven que su boleta había sido cambiada y sería redireccionado al Ministerio de la Agricultura (MINAGRI), y presentándose allí, lo ubicaron en la Empresa Tabacalera “A. Briones Montoto” que después se fusionaría en la Empresa Tabacalera de Pinar del Río.
Dagoberto Valdés Hernández fue el único graduado de la Universidad de Pinar del Río al que, en 1980, se le modificó el destino laboral. Quedaba imposibilitado de concretar su propósito de hacer parte, oficialmente, de la vida académica de su país, sin que mediara explicación alguna.
Sin embargo, durante dieciséis años, Dagoberto se mantuvo vinculado extraoficialmente a la docencia universitaria de la Facultad de Agronomía de la UPR. Impartió clases prácticas y seminarios de la asignatura de Mecanización Agrícola, así como estuvo a cargo de la tutoría de tesis de grado y se responsabilizó con el adiestramiento de jóvenes ingenieros que cumplimentaban su servicio social en la Empresa.
Estas responsabilidades le eran solicitadas por sus sobresalientes resultados como innovador tecnológico, llegando a ser elegido por el resto del gremio como Presidente del Consejo Técnico Asesor de la Empresa de Tabaco. Toda esta labor pedagógica se desarrolló sin que mediara acuerdo contractual alguno con la Universidad en cuestión, ni retribución alguna. Vale acotar que el desempeño profesional de Dagoberto era regularmente fiscalizado por un oficial de la Seguridad del Estado que se reunía con los directivos de su centro de trabajo.
En septiembre de 1987, dada su sostenida contribución con la Universidad de Pinar del Río, solicitó la realización del proceso para la obtención de la categoría docente que oficializara su trabajo como adjunto al plantel, y también optó por insertarse en el plan de candidaturas a doctor en ciencias. Matriculó y concluyó satisfactoriamente las materias que se requieren como mínimas para acceder a los estudios de cuarto ciclo, sin embargo, ambas aspiraciones de superación le fueron vetadas por la dirección de la institución, lo cual le fue referido verbalmente por un colega afín.
Mientras iniciaba la década de 1990, a instancias de uno de los condiscípulos que fuera integrante de aquella selección destinada a constituir la nómina de la Facultad, integró el Grupo de Investigación de Mecanización Agrícola, inserto en la Universidad de Pinar del Río. En este proyecto, Dagoberto se enfocó en generar iniciativas que paliaran el detrimento material de la base tecnológica asociada a la actividad agrícola, a causa de las consecuencias de la desaparición del bloque socialista que se había constituido en el garante de los procesos productivos en Cuba.